MEMORIAS DEL GENERAL

BASILIO AUGUSTIN DÁVILA

Filipinas

pacto de Biac-na-bato

 

EXPOSICION ELEVADA S.M. LA REINA POR EL TENIENTE GENERAL D. BASILIO AUGUSTIN Y DAVILA CON MOTIVO DE LOS SUCEOS OCURRIDOS Y SERVICIOS PRESTADOS DURANTE SUS MANDOS DE GOBERNADOR GENERAL CAPITAN GENERAL Y GENERAL EN JEFE DEL ARCHIPIELAGO FILIPINO:

Señora:

Don Basilio Augustin y Dávila, Teniente General del Ejercito Gobernador General, Capitán General y General en Jefe que ha sido recientemente de las Islas Filipinas a V.M. respetuosamente expone los siguientes hechos y circunstancias que desea y cree conveniente que V.M. conozca y aprecie relativos a la época en que ha tenido a su cargo la gobernación y defensa de aquellos tan lejanos como preciados territorios, así como también las vicisitudes de su desempeño que han conducido al exponente a la anómala situación en que se encuentra que afecta a su prestigio militar y ansía se aclare en debida justicia y sus servicios y merecimientos.


Designado por el Gobierno y nombrado por V.M. en 4 de marzo último para desempeñar tan importantes como difíciles elevados cargos que el exponente ni los deseaba ni jamás se hubiera permitido solicitarlos antes por el contrario expuso al gobierno de V.M. no se creía en condiciones para ejercerlos en tan críticas circunstancias. No obstante esclavo del cumplimiento del deber y ciega obediencia y tan inmerecidamente honrado por V.M. a cuyo servicio y el de la Patria ha sido siempre su lema consagrarse, aceptó y acató sus Soberanas disposiciones y con tal premura se le ordenó marchar a su nuevo destino que el 12 del referido mes embarcaba en Barcelona en el Vapor Isla de Panay con dirección a Manila.


Antes de salir de Barcelona recibo noticias del Ministro de Ultramar manifestando que no obstante la Paz de biac-na-bató había ocurrido en la provincia de Zambales alguna alteración de orden, desmanes y asesinatos cometidos por unas partidas. En singapoore  tuvo conocimiento de que en las Visayas se habían levantado también algunos insurrectos y al llegar a Manila el 9 de Abril se le notificó la alarma ocurrida allí y que se habían dominado los movimientos insurreccionales. Estos sucesos hicieron comprender al exponente que la paz no estaba desgraciadamente afirmada en el Archipiélago y que el orden público no se hallaba asegurado.


No obstante informado por mi digno antecesor el Capitán General Marqués de Estella juzgaba aislados estos movimientos y sólo los consideraba como residuos o chispazos que podrían dominarse pronto acudiendo a tiempo con fuerzas suficientes. El que suscribe aunque de pocas disponía, confiaba en que siguiendo una política de atracción con la base de moralidad, buen trato y justicia en satisfacer legitimas aspiraciones de los descontentos y fundadas quejas del País, podría si éste se colocaba a su lado ir dominando la situación, afianzar la paz tan indispensable, restablecer el Tesoro de las Islas y cumplir las instrucciones que recibió del Gobierno, especialmente las comunicadas por el Sr. Ministro de Ultramar.


Al exponente, Señora, más que el estado crítico del País le preocupaba y así lo expuso al Gobierno de S.M. antes de su marcha, el temor de que se rompieran las hostilidades entre España y los EE.UU. de América con motivo de la guerra sostenida en Cuba iniciándose una mucho mas grave que habría de influir tan poderosamente en el provenir de nuestras colonias A abrigar estos temores le inducia la notoria publicidad de inteligencia entre los insurrectos de Filipinas y los Americanos con motivo de la permanencia de la escuadra Yankee en Hong-Kong y las seguridades propagadas de la protección y armas que aquellos recibirían de estos para levantar nueva y potente insurrección en el Archipiélago todo lo cual de declararse la guerra haría pavoroso para España y el Gobernador General el problema de Filipinas por el estado indefenso de las Islas y la carencia absoluta de material de guerra moderno y fuerzas navales y terrestres.
Por esta grave complicación que se temía y los sucesos ocurridos en Luzón y Visayas, el Gobierno de S.M. consultó a mi antecesor si en vista de lo crítico de las circunstancias en los momentos en que había de encargarme del mando sin conocer el País, las personalidades ni detalles de los hechos realizados hasta que se verificó la paz de Biac-na-bató, seria conveniente no regresase a la Península hasta que enterado el que suscribe de todo pudiera marchar más desembarazadamente con informes a cerca de personas, sucesos y procedimientos que convendría tener en cuenta.
Largas conferencias tuve con mi antecesor enterándome de lo esencial, reconociendo éste que la complicación gravísima sería la ruptura de hostilidades con los EE.UU. y así se expuso al Gobierno por lo cual dominados al parecer los sucesos de Visayas y Luzón y manifestando aquel no se esperaba por ahora la ruptura de hostilidades, juzgaba no ser necesario detener el regreso de mi antecesor al que se autorizó para embarcar el día 12 de abril en el Vapor León XIII.


Al encargarme del mando se hallaban las fuerzas del Ejército del Archipiélago diseminadas en las provincias en destacamentos más o menos numerosos compuestos de tropas peninsulares e indígenas mezcladas y por efecto de ésta combinación y medida política de mi antecesor puede decirse no había reunido un Batallón peninsular ni un Regimiento de los indígenas y los 15 de aquellos se habían reducido a 12 que por bajas y hospitalidades tenían sólo 600 hombres.


El día 15 de abril a los 5 de posesionarme del Mando tuve que comunicar al Gobierno de V.M. recibía de provincias noticias de levantamientos de pequeñas partidas y la presencia de alguna en la isla de Panay como propagación del movimiento ocurrido en la de Cebu, produciéndose un estado de alarma y malestar, presagio seguro de que lejos de afianzarse la paz obtenida se iniciaba una nueva insurrección fomentada desde Hong-Kong por Aguinaldo. Éste, abusando del permiso que se le diera para residir en aquella ciudad centro y foco de conspiración y en cuyo puerto se hallaba la Escuadra Americana, entabló tratos con su Comodoro y con los ex cabecillas allí reunidos y en comunicación constante con Manila y sin repartir el dinero recibido, hacía admisible la sospecha lo dedicaran a comprar armas para una nueva y potente insurrección apoyada por los Norte-Americanos.


Los sucesos Señora se precipitaron tan vertiginosamente que el 10 tomé posesión, el 15 había ya partidas insurrectas, no sólo en Visayas sino en Luzón, el 25 aunque el Gobierno de V.M. no me había comunicado la declaración oficial de la guerra con los EE.UU. recibí aviso de nuestro Cónsul en Hong-Kong participándome la venida de la Escuadra y buques con armas  para facilitarlas a los insurrectos, el 30 entró la Escuadra enemiga en Manila y el primero de Mayo tuvo lugar el combate naval de Cavite donde desgraciadamente quedó destruida nuestra Escuadra. Este suceso tan lamentable para nosotros como victorioso para los americanos, influyó tanto en el ánimo de los indios que vino a activar el movimiento insurreccional hasta el punto de que se citara el día 8 como señalado para el levantamiento general del País.


Para contrarrestarlo careciendo de fuerzas que oponer y que había reclamado del Gobierno de V.M. tuve que armar por su indicación y autorización voluntarios indígenas aunque desconfiando de su lealtad pero obligado por las circunstancias y falta de tropas peninsulares puesto que ningún auxilio se me enviaba.

Al efecto cree las Milicias Filipinas y al propio tiempo y como medida política organicé una Asamblea o Junta de peninsulares y naturales del país para que propusiese y como consultiva estudiase las mejoras o reformas que pudieran establecerse para el mejor desarrollo de los intereses morales y materiales del Archipiélago.
Estos acuerdos produjeron muy buen efecto en el País. Contrarrestaron y contuvieron el levantamiento que se iba a realizar el día 8 pues los ex cabecillas enemistados con Aguinaldo y hasta algunos en armas se me presentaron halagados y estimulados por las medidas adoptadas, haciendo públicas protestas de adhesión a España dispuestos a tomar las armas contra los americanos y en defensa de nuestra Soberanía.


Parecía pues que el País se iba poniendo al lado de la primera Autoridad Española por lo cual el Comodoro Americano viendo que no tenía efecto el levantamiento insurreccional que esperaba hizo venir de Hong-Kong a Aguinaldo y la llegada de éste (que no supe hasta el 24) con sus secuaces y con la protección de los Americanos y reparto de armas que verificaron enseguida pues eran dueños de toda la bahía hizo cambiar por completo el estado favorable del País.


Dio y circuló Aguinaldo una proclama o manifiesto invitando a un levantamiento general el día 31 de Mayo a favor de la independencia de Filipinas ofreciendo con la protección auxilio de la poderosa Nación Americana grandes libertades, garantías y ventajas para los indios y la expulsión de los frailes y españoles.


Este manifiesto tuvo desgraciadamente eco en Luzón y muchos cabecillas de los que habían hecho protestas de lealtad a España y tomado armas para defenderla fueron a Cavite a conferenciar con Aguinaldo y allí traidores y perjuros convinieron en el alzamiento general que aún se adelantó al día 31 por haber sido copada el 27 una columna de dos Compañías que el General Peña Gobernador de Cavite había hecho salir en busca de una patrulla de reconocimiento que no regresaba.


Este copó el ánimo tanto a los insurrectos que toda la provincia de Cavite se alzó en armas y como por la bahía con el auxilio de los Americanos fueron de noche llegando a las costas de Bataan, Bulacán, Pampanga y demás provincias sin que se pudiera evitar por estar ya bloqueados y carecer de fuerzas y Marina para vigilar tan extensas costas. No obstante las ordenes dadas resultó armado el País y se verificó el levantamiento general el día 1º en las provincias centrales cortando antes las líneas telegráficas y la férrea de Ajupan y las demás terrestres dejándome incomunicado con las provincias Autoridades y Jefes de las fuerzas.


Ardua era la empresa de sofocar tan repentina simultánea y potente insurrección apoyada por los americanos que les facilitaban toda clase de armas y recursos y acrecentada por la deslealtad de las fuerzas indígenas armadas y sus Cabecillas que se pasaron al enemigo. Empleadas mis reducidas tropas en la persecución de las pequeñas partidas de insurrectos y tulisanes que había en Luzón no tuvieron tiempo de concentrarse a pesar delas órdenes comunicadas y quedaron aisladas y cortadas en las respectivas provincias en que operaban, fueron rodeadas por numerosas fuerzas tagalas armadas y con artillería que atacaron y sitiaron los destacamentos sin que pudiera disponer de tropas que fueran en su auxilio rompiendo el cerco pues las dos columnas que envié hacia Cavite fueron rechazadas por la superioridad numérica del enemigo teniendo que regresar a la Plaza.


Agoté por mi parte todos los medios posibles pero resultaron ineficaces ante la superioridad de dos potentes enemigos. Era pues imposible dominar la insurrección del País con las fuerzas y elementos de que disponía y así anticipadamente lo expresé al Gobierno de V.M. y con sólo recordar las que se necesitaron en las anteriores insurrecciones de mucho menor número de enemigos lanzados al campo y con pocas armas de fuego, cuando ahora pasaban de 20.000 las que tenían, se comprenderá y hará justicia a lo crítico de mi situación y a la imposibilidad con mis reducidas tropas además diseminadas por disposiciones anteriores sin haberlas podido reconcentrar, de hacer frente a tan repentino como potente levantamiento faltándome además el poderoso auxilio de buques de guerra.


Tenía pues que concretarme a la defensa de la Capital seriamente amenazada pues los insurrectos viniendo en gran número: Cavite, Laguna, Morón y Bulacán la cercaron y pusieron sitio a la vez que los americanos la bloqueaban por mar. Con los éxitos obtenidos en Cavite consideraban ya como inminente e inmediata la posesión de la Capital y con ella el completo triunfo de la insurrección y la proclamación de la independencia del Archipiélago Filipino perdida en éste la Soberanía de España pero pronto les hice sentir y conocer como estaba resuelto a defenderla.


Dos intimaciones para rendir la Plaza me hizo Aguinaldo, las que desprecié y rechacé tan enérgicamente como las del comodoro Americano y viendo mi firme resolución, a la vez que ordenó arreciase el cerco y ataques a la Plaza, concibió el proyecto de coger en rehenes a mi señora e hijos que se hallaban en la Pampanga para lo cual fueron cercados en el pueblo de Macabebe  valientemente defendido por el Batallón del bizarro Coronel de Voluntarios Blanco, que hasta agotar las municiones se resistió en el pueblo pudiendo escapara en una barca su familia y la mía la noche antes de ser tomado y arrasado por el enemigo.


No pudiendo estos ni la Escuadra por sí sola apoderarse de la Plaza tan tenazmente defendida con fuertes trincheras y baterías en la línea exterior y queriendo los Americanos entrar en ella solicitaron los refuerzos expresados y como yo esperaba de un momento a otro los que el Gobierno de V.M. me había ofrecido reiteradamente desde mayo tanto navales como terrestres, iba sosteniendo los ánimos y tranquilidad de la población con la esperanza de estos auxilios y el buen espíritu de mis tropas con la seguridad del próximo triunfo y sobre todo sostenía como mas importante para el servicio de la Patria y de V.M. la posesión de la Plaza y sus arrabales en una gran extensión pero luchando Señora con grandes dificultades y esfuerzos supremos por falta de elementos y recursos para mantener la Soberanía de España.


La noticia del regreso desde el Canal de Suez de la Escuadra Cámara y refuerzos que venían en mi auxilio produjo tan fatal efecto en la población peninsular como indígena afecta a España que considerándose abandonada ya por completo de la Madre Patria después del tiempo que llevaba sufriendo las privaciones y peligros del sitio que decayeron notablemente los ánimos no resignándose la población a sufrir inútilmente un bombardeo que habría de ocasionar numerosas víctimas inocentes pues la Ciudad mirada se hallaba atestada de mujeres, niños, ancianos, heridos y enfermos que tuvieron que refugiarse en ella porque fuera quedaban expuestos a las tropelías y degüello de los insurrectos si rompían y atravesaban la línea exterior.


Este estado de ánimo y actitud de la población no combatiente me originaba una situación dificilísima para la defensa pues hallándome decidido a impedir hasta último extremo la entrada del enemigo dejando bien puesto el honor delas armas y por tanto decidido a no capitular ni rendirme a discreción con mengua del prestigio de nuestra Bandera tenía que arrastrar las responsabilidades consiguientes al empleo de la fuerza contra nuestros compatriotas y el doloroso espectáculo de las víctimas inocentes ocasionadas por un bombardeo de la Escuadra.


Esta situación y las responsabilidades delo que ocurriese por efecto de la retirada de la Escuadra Cámara y refuerzos fue lo que en mi cablegrama del 18 de Julio expuse al gobierno no podía aceptar pero independientemente de los de mis planes de guerra y disposiciones para la defensa de la Plaza que probaba hallarme resuelto a llevar hasta último extremo si bien no confiando ya en la victoria. Esta la hubiese obtenido evitándose la insurrección según indiqué si a raíz del desastre de Cavite la Escuadra Cervera que primero esperaba hubiera venido a batir la Americana que no era superior a ella en poder naval.


En esta situación pero dispuesto siempre a seguir la defensa recibí el 4 de agosto dos cablegramas del Gobierno de V.M. uno del 21 de julio manifestándome no tenia precio los servicios que estaba prestando a la Patria con la heroica defensa y resistencia de Manila y otro del 42 tres días después pero recibido al mismo tiempo ordenándome que en vista de mi grave telegrama del 18 sin duda mal interpretado, hiciese inmediatamente entrega de los Mandos de gobernador General Capitán General y General en Jefe del Archipiélago al General 2º Cabo Sr.Júdenes toda vez que no aceptaba la responsabilidad de la situación que lamentándola el gobierno no había podido evitar y que implícitamente había hecho dimisión de dichos cargos.


Dolorosamente sorprendido por tan inesperada resolución estimé gravemente ofendido mi prestigio y honor militar al suponerme una dimisión al frente del enemigo que ni había hecho ni pensaba hacer y así lo expuse al Gobierno pero conocedor de la indiscutible facultad que tiene para relevar a cualquier autoridad con la sanción de V.M. y siendo la orden de entrega de Mandos terminante, tuve que darle cumplimiento pues también mi sucesor la había recibido directamente para encargarse de dichos Mandos, lo que verificó al día siguiente, cinco.


No sólo afectaba Señora a mi honor y prestigio militar un relevo en estas circunstancias y con dicho fundamento sino que lejos de recompensar mis servicios que se me decía el día 21 no tenían precio recibí profundo agravio pues no podía ocultarse al Gobierno de V.M. me dejaba en una situación desairada y depresiva que no registra la historia haya sufrido ningún General en Jefe por hallarme en Plaza sitiada y bloqueada sin poder decorosamente salir de ella teniendo que quedar a las órdenes de mi Segundo y aparecer ante las tropas y mis subordinados que ignoraban los motivos del relevo en una situación humillante que lastimaba la disciplina militar y clase de Teniente General que ostento y la alta jerarquía y prestigios con que debe aparecer siempre rodeado un General en Jefe frente del enemigo.


Sufrí las amarguras de ésta situación que no merecía víctima Señora tal vez de un error de interpretación pero al propio tiempo mártir del deber militar permanecí en la  Plaza como un Soldado más sin mando alguno ni la menor intervención en los acuerdos y disposiciones que se adoptaron , poniéndome a las órdenes de mi 2º el funesto día del ataque 13 de agosto, acompañándole a las murallas y baterías hasta que se verificó la capitulación y con gran excitación y amargura vi entrar al enemigo en la Plaza que tantos desvelos trabajos y contrariedades me había proporcionado durante tres meses para sostener la posesión de ella y la soberanía de España en servicio de mi Patria y de V.M.


Al regresar a la Península me entero no se ha publicado en la Gaceta ni Diario Oficial el Decreto de mi relevo o cese como se publicó mi nombramiento, lo que da lugar a interpretación y comentarios que no me favorecen y se me cita por un General Consejero del Supremo como Juez Instructor para que declare en un expediente que instruye con motivo de los últimos telegramas que dirigí al Gobierno. Prestada mi declaración nada se me ha comunicado aun del resultado del expediente ya sea favorable o adverso y esto unido al silencio de la Gaceta me hace continuar ante el País y el Ejército en situación anómala y extraña que es justo Señora desaparezca no sólo por lo que afecta a mi reputación y concepto militar sino que me cohíbe para desempeñar con la debida autoridad y fuerza moral cualquier destino o mando en servicio de V.M.


En su virtud y teniendo presente cuanto dejo expuesto ruego encarecidamente a V.M. se atienda mi súplica y adopte la resolución que considere corresponde en justicia
Madrid 14 de noviembre de 1898
Señora A.L.R.P. de V.M.


El Teniente General


Basilio Augustin

 

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